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Amber Case. Todos somos cyborgs

Amber Case lleva desde 1993 estudiando las relaciones que se establecen entre los seres humanos y la tecnología. Su campo de estudio, la antropología cyborg, analiza el modo en que estas relaciones han cambiado la sociedad y ella misma se considera una cyborg. Según sus palabras, no es fácil escapar del estereotipo Robocop o Terminator cuando se piensa en cyborgs, pero un cyborg no es más que un humano que interactúa con la tecnología, de este modo, lo somos en tanto que miramos un monitor o interactuamos con algún dispositivo móvil.

Una definición tradicional dice que el cyborg es un organismo «al cual se le han agregado elementos exógenos con el fin de adaptarse a nuevos entornos». Este término se acuñó en un documento de 1960 sobre viajes espaciales, porque los humanos somos curiosos y nos gusta agregarnos cosas al cuerpo para poder ir más allá, a lugares que en realidad no deberíamos estar.

El uso de herramientas durante miles y miles de años implicó una modificación física del ser. Nos ayudó a extender nuestro yo físico, a ir más rápido, a golpear cosas más fuerte, y eso tuvo un límite. Pero ahora lo que observamos no es una extensión física del yo sino una extensión del yo mental. Y por eso es que podemos viajar más rápido y comunicarnos de manera diferente. Desde que utilizamos herramientas nos convertimos en cyborgs, afirma.

Por otra parte, Case habla de la aparición del segundo Yo como una de las características de la actualidad. Uno tiene que presentarse en la vida digital de forma similar a como lo haría en la vida analógica. Y, de pronto, tenemos que empezar a mantener y gestionar nuestro segundo Yo. Y el problema es que mucha gente hoy en día, sobre todo los adolescentes, tienen que atravesar dos adolescencias.

Aunque, si lo piensan bien, y visualizamos realmente todas las conexiones que tenemos ahora mismo, no parece muy tecnológico; parece más bien algo orgánico, afirma. Esta es la primera vez en toda la historia de la Humanidad que nos conectamos de esta forma. Y no es que las máquinas estén tomando el control; sino que nos están ayudando a conectarnos mutuamente.

Según la diseñadora de experiencias, la tecnología más exitosa se hace a un lado y nos ayuda a vivir nuestras vidas. Y, en realidad, termina siendo algo más humano que tecnológico porque nos estamos co-creando unos a otros todo el tiempo. Y este es el punto importante: que todavía existe una conexión humana; sólo que se realiza de un modo diferente.

En sus libros «Calm Technology» y «An Illustrated Dictionary of Cyborg Anthropology», Case da una idea de nuestro Yo cyborg al examinar la evolución de la tecnología moderna y nuestra confianza en ella. La tecnología no solo está evolucionando a sí misma, sino que nos está evolucionando a nosotros.

Case compara a los humanos con los cyborgs debido a nuestra obsesión con la tecnología, examina la conexión entre las herramientas tradicionales y las modernas, y muestra cómo ambas se crean para hacernos la vida más fácil y cómoda. A pesar de toda la frialdad en la que se mira a la tecnología, Case se mantiene optimista, viendo sus aspectos más humanos. La tecnología nos transporta mentalmente a cualquier lugar al que decidamos ir, permitiéndonos conectarnos con personas, información e ideas.

La tecnología debería de mejorar nuestra vida porque «un buen diseño permite al ser humano alcanzar sus objetivos con el menor esfuerzo mental posible. La tarea más importante del ser humano no sería dedicarse a la computación, sino dedicarse a ser humano». Y añadió un vaticinio interesante: «En el futuro el bien más escaso será la atención y no la cantidad de tecnología».

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