Folks

Gilles Lipovetsky. Todos somos creativos

«Existe una paradoja en el hecho de que una cantidad creciente de personas, totalmente entregadas a una vida profesional en la que hay que ser eficaz por encima de todo, manifiesta un gusto desinteresado por la creación o la expresión estética. Lejos de la visión tradicional del consumidor pasivo, todos, cada vez más, quieren ser creadores, tocan instrumentos musicales, hacen fotos, practican la danza, se dedican a la pintura, participan en coros, se apuntan a cursos de teatro, cultivan la cocina exquisita, escriben sus recuerdos, llevan un blog.

La aparición de Internet y de equipos de alta tecnología representó un formidable acelerador de esta tendencia al ejercicio artístico, ya que ofreció al deseo de expresarse de los individuos una herramienta inesperada y sencilla. Hoy, gracias a los teléfonos móviles y a las cámaras, se fotografía y graba cualquier cosa: no sólo lugares que se visitan, sino también encuentros deportivos, exposiciones, publicidad, escenas callejeras, acontecimientos curiosos: se muestra todo, todo el tiempo. Estas imágenes se suben a Internet y se intercambian a través de las redes sociales. Es como si en cada cual dormitara un deseo artístico, una pasión por poner música, imágenes y en escena al mundo y a uno mismo.

De ahí se sigue que hedonismo individualista no es lo mismo que consumismo: aquél coincide también con la voluntad de hacer algo personal, elegido libremente, un mundo que sea obra de uno mismo y responda a su subjetividad. No para conseguir esos quince minutos de celebridad y reconocimiento que decía Warhol, sino, más profundamente, para ser uno mismo sin trabas impuestas desde fuera. Con este rodeo no se busca tanto ganar dinero como realizar algo que instruya, que divierta, algo que sea original y que guste a uno. 

El gusto por expresarse se ha democratizado bajo el impulso de una cultura individual-hedonista-psicológica que empuja al individuo a realizar actividades más satisfactorias que permitan manifestar un Yo único: una forma de desarrollarse, de realizarse, de ser uno mismo. Hay aquí una necesidad de decir y de expresarse tanto más intensa porque los grandes combates colectivos ya no dan a la vida un sentido de peso. La actividad expresiva es ese campo libre y abierto que nos permite encontrarnos a nosotros mismos, escapar a la rutina de la cotidianidad y el trabajo, construirnos una singularidad bajo el signo de la creatividad personal. Aunque el capitalismo artístico produce un consumo cultural masivo, favorece igualmente el crecimiento de las ambiciones expresivas individuales. El artista ya no es el otro: en mis sueños y un poco en la vida cotidiana, soy yo.»

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