Estamos en un paisaje mediático global (Appadurai, 2013), con acceso a información en tiempo real de diferentes fuentes de todo el mundo y de procedencia muy diversa que cuestiona el poder de los medios tradicionales, pero al mismo tiempo, quizás somos más vulnerables que nunca a las fake news, sometidos a las recomendaciones de los algoritmos que generan burbujas informativas para que sigamos enganchados a las pantallas.
Sin embargo, desde el estallido de la pandemia por COVID-19, han aumentado exponencialmente la influencia de la tecnología digital y audiovisual en nuestra vida cotidiana. Del mismo modo, un ámbito como la antropología de los media (digital y de los medios), que era relativamente periférico en la antropología social y cultural, se ha convertido en capital para aportar metodologías y herramientas conceptuales para hacer frente a este reto.
Esta construcción de la realidad tiene lugar en un continuum de actividad humana que abarca tanto el espacio físico como el virtual. En este sentido, los trabajos ya clásicos de Christine Hine (2000 y 2005) dejaron claro que Internet era tanto un artefacto cultural como una cultura en sí misma y apuntaba a formas de vida tejidas en torno a la tecnología y la importancia de tener en cuenta todas estas formas comunicativas para comprender la interacción humana contemporánea. Casi dos décadas después, hablar de netnografía (Kozinets, 2009), Web scrapping (Hsu, 2014) o nativos digitales (Prensky, 2001) ha pasado a formar parte de la forma en que nos acercamos al estudio del tiempo, el espacio, la autenticidad y la identidad, como señalaba Hine, expandiendo nuestros horizontes interactivos y relacionales y acomodando nuestras investigaciones a nuevos entornos comunicativos.
Además, en los últimos cinco años hemos visto cómo los debates sociales, políticos y académicos en torno a la realidad han alcanzado una nueva dimensión con la irrupción de la llamada posverdad (Frankfurt, 2005; Ball, 2017). Este fenómeno, con un profundo arraigo en las redes sociales y determinados mecanismos de difusión mediada de la comunicación, nos aboca a considerar diferentes maneras de recurrir a la refracción intencionada de la realidad con propósitos bien diferentes: contribuir a explicarla o bien diluirla (Grado, 2020).
Es necesario, en definitiva, entender los medios (en sentido amplio) como un eslabón esencial en la construcción de realidad. Fijar nuestra atención en estrategias de investigación etnográfica y modelos de análisis que nos permitan entender mejor la razón de ser de estas narrativas, de las lógicas sociales que las impulsan y de las diversas intencionalidades que las reproducen.
